Temprano, muy temprano, salimos de casa para encontrar a nuestros amigos y dirigirnos a la Venta El Mojón de la Víbora entre Ubrique y Cortes de la Frontera. El cielo, despejado en un principio, iba desapareciendo entre la niebla que cada vez era más espesa. En la Venta la chimenea encendida nos resultaba algo extraño en un otoño tan caluroso como este, pero todos la agradecimos y ya reconfortados por el calorcito de la leña y de las tostadas y cafés que nos tomamos, continuamos nuestro camino hacia el pueblo con la esperanza de que el sol calentara lo suficiente como para deshacer la niebla. Iniciamos la subida desde el Centro de Salud, cruzando en dos ocasiones el camino que va a Grazalema. El cielo no se despeja y sólo podemos ver las montañas que nos rodean a través de los huecos que nos dejan las nubes. De vez en cuando, entre ellas, al sur y al oeste aparecen: Jimera de Libar, el valle del Guadiaro, Sierra Blanquilla, el camino del Martín Gil... Creo que esta zona se llama el Romeral aunque no he visto ni una pizca de romero.
Cambiamos el rumbo para dirigirnos ahora hacia el oeste adentrandonos en un bonito encinar en el que se alternan afloraciones de calizas con pequeñas dolinas, lagos que nunca han sido ni serán, que tapan cuevas y rios subterráneos y que nos ofrecen prados recogidos llenos de espinos cargados de fruta. En una de ellas encontramos este ejemplar espectacular. Nunca he visto uno con un porte arbóreo tan claro como éste y, por supuesto, nunca tan grande.
Entre las encinas, las dafnes, acariciadas por la niebla, brillan relucientes, las hierbas ballesteras parecen iniciar su floración y contrastan con los restos secos y abatidos de las peonías.
Un nuevo giro hacia el noroeste nos traslada a un lugar de ensueño donde todo está tapizado de verde musgo y límpios líquenes adornan los árboles que, de vez en cuando, llueven por el agua que acumula la niebla sobre sus hojas. El aire es puro y húmedo, ¡da gusto respirar! La ascensión por la cara norte atravesando el encinar de Breña Oscura nos lleva por una fuerte pendiente donde la niebla se agolpa. Justo cuando empiezo a pensar que el entorno es el típico de un pinsapar aparece un pinsapo pequeño, procedente de una repoblación realizada por los alumnos del instituto durante el curso del 87-88. Me alegro mucho cuando aparecen más y algunos grandes, sembrados éstos sobre 1960 por D. Vicente Matabuena, sacerdote de Cortes, con el propósito de recuperar una población que existió en la zona hasta la II República y que fue cortada para madera pero que acabó convertida en carbón. Afortunadamente en la vecina Sierra de las Nieves hay pinsapares en franca expansión que pronto visitaremos. Aquí hay un estudio muy interesantes sobre pinsapos perdidos.
El último tramo de esta empinada subida es más pedregoso y escaso de vegetación, no obstante, en la cumbre nos espera un "cedro". Bajo él y entre las piedras, agrupados en pequeñas manadas mientras comemos, parecemos "Gorilas en la niebla".
¡Qué frío!, ¡Qué frío!¡Vamonos ya! A la cumbre en un momentito, la foto y corriendo "pabajo".
Con tanta niebla todo el mundo está despistado, el viento de poniente fuerte en la cumbre parece aún más frío porque estamos mojados. Algunos están nerviosos pero no hay ningún problema, nuestros guías nos sacan de allí en un momentito y ya a sotavento todos nos relajamos y bajamos tan contentos. Aquí dejo las fotos de paisajes.

Agradecemos mucho a Gilberto, a Mª Eugenia y a Santi que hayan compartido esta preciosa ruta y su tiempo con nosotros y nos despedimos para ir a Ubrique a comprar gañotes y magdalenas en La Nave antes de volver a casa tan contentos.
Este es el track de la ruta, que nos lo deja Gilberto. ¡Muchas gracias!
Este es el track de la ruta, que nos lo deja Gilberto. ¡Muchas gracias!
2 comentarios:
Hola, soy manuel, el que te pidió tracks de rutas. Es un deleite leerte. Escribes de maravilla. Ah, y gracias por los tracks.
Gracias a ti por leer. Me alegra que pases por aquí.
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